¡Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a visitar Colombia! En principio, no era un país que entrara en los planes de este viaje, claramente por la idea que tenemos de él desde el exterior, por lo que te dice la gente, por la historia de violencia que lleva a sus espaldas, porque lo asocias sobre todo a inseguridad. Pero desde México DF volar a Bogotá era la forma más sencilla y económica de ir bajando por el continente, así es que en función de los vuelos planificamos nueve días para ver lo que nos diera tiempo. Ya casi estamos terminando y nos alegramos mucho de haber venido. Cuanto más nos informábamos sobre el país y hablábamos con conocidos que han vivido aquí, yo intuía que nos íbamos a quedar con ganas de más Colombia, y no me equivoqué. Pero bueno, es bonito sentir ese deseo de regresar a un sitio.
La llegada a Medellín, como ya adelantaba en la anterior entrada, no fue fácil, pues llegamos sin maletas y perdimos bastante tiempo con las gestiones del aeropuerto para que nos las mandaran, pero aun así hemos podido disfrutar de la ciudad y de sus alrededores. La zona rosa de la ciudad, es decir, la zona segura, es el barrio de El Poblado, un área residencial tranquila, con fácil acceso al centro en metro, que se aglutina en torno al Parque Lleras, lleno de garitos, restaurantes caros, terrazas, música en vivo... En fin, nada que ver con la imagen de inseguridad que tenemos de la ciudad. Lo mejor de todo es que alojarte aquí te permite caminar tranquilamente por la calle después de que se ponga el sol y desactivar un poco el modo alerta, lo cual es muy necesario.
Pero para nosotros el plato fuerte de Medellín es Botero. Como a nosotros nos encanta, hemos disfrutado muchísimo. La Plaza Botero tiene 23 esculturas enormes del artista más el museo, con todas las obras donadas por él. Es una auténtica gozada para los sentidos y además me parece un gesto de generosidad por su parte, y bellísimo, para embellecer y dulcificar la imagen de una ciudad tan maltratada y castigada por tantos años de violencia. Por todo lo que oímos y nos cuentan, Medellín está haciendo un esfuerzo enorme por limpiar su imagen y presentar al mundo sus muchos atractivos. No en vano su alcalde es uno de los que cuenta con índices de popularidad más altos entre
los de las ciudades más importantes del país. Ese esfuerzo se nota mucho, por ejemplo, en su red estupenda de transportes públicos. En el metro, que no es subterráneo, puedes recorrerla de norte a sur y de este a oeste; y en el metrocable puedes llegar a los barrios más desfavorecidos de la ciudad, que se encuentran en las laderas de unas enormes montañas, porque Medellín es un auténtico embudo. Tomar el metrocable hasta el barrio de Santo Domingo, un barrio marginal, es una experiencia alucinante, aunque no te bajes, pues vas literalmente por encima de los tejados de chapa de las casitas de ladrillo sin lucir y la panorámica de esta cara de la ciudad, muy distinta de la que ofrece el Poblado, te ayuda a entenderla y conocerla mejor. Precisamente, en este barrio tan difícil está la Biblioteca de España, un edificio moderno, ejemplo de ese trabajo por mejorar la vida de sus habitantes. Fue una pena que no pudiéramos entrar porque estaba en obras.
los de las ciudades más importantes del país. Ese esfuerzo se nota mucho, por ejemplo, en su red estupenda de transportes públicos. En el metro, que no es subterráneo, puedes recorrerla de norte a sur y de este a oeste; y en el metrocable puedes llegar a los barrios más desfavorecidos de la ciudad, que se encuentran en las laderas de unas enormes montañas, porque Medellín es un auténtico embudo. Tomar el metrocable hasta el barrio de Santo Domingo, un barrio marginal, es una experiencia alucinante, aunque no te bajes, pues vas literalmente por encima de los tejados de chapa de las casitas de ladrillo sin lucir y la panorámica de esta cara de la ciudad, muy distinta de la que ofrece el Poblado, te ayuda a entenderla y conocerla mejor. Precisamente, en este barrio tan difícil está la Biblioteca de España, un edificio moderno, ejemplo de ese trabajo por mejorar la vida de sus habitantes. Fue una pena que no pudiéramos entrar porque estaba en obras.
Otro gran valor que aporta la ciudad es el carácter de sus ciudadanos. En general, en Centroamérica y Sudamérica la gente es muy amable, cercana y cariñosa en el trato, pero nada que ver con los paisas. Hablan muchísimo, te lo cuentan todo, te transmiten constantemente su deseo de cambio y de que te lleves una buena imagen de ellos. Si te descuidas, no cenas, porque cualquier camarero se pone a charlar contigo, a preguntarte, a contarte... Todos hablan bien de España y no valoran lo suficiente, en nuestra opinión, su aportación al mundo de la literatura y del arte, así es que hay que recordárselo. Además, nos ha llamado mucho la atención la enorme cortesía que hay en el trato. Cuando llegas a un sitio, es fácil escuchar "bienvenido, bien pueda, pase adelante, encantado de recibirle, en qué puedo servirle...", y cuando te despides, aunque no compres nada, siempre hay un "con gusto, con mucho gusto, dios le bendiga, a la orden, aquí estamos para lo que necesite...". Después de pedir la cuenta la camarera te puede decir: "amor, son dos mil tres sientos pesitos". Vamos, que Lola Jiménez se podría venir a vivir aquí y estaría en su salsa. En fin, desde fuera puede parecer empalagoso, pero cuando estás aquí agradeces muchísimo tanta amabilidad. Y es así desde el sector servicios hasta los vendedores ambulantes de la calle. Ya podíamos aprender algo los rudos europeos.
De los alrededores de Medellín teníamos pensado visitar dos pueblos: Santa Fe de Antioquia, sin tilde, y Guatapé. Pero como perdimos tanto tiempo con las maletas, solo nos dio tiempo de ver el último, un auténtico pueblecito de cuento, famoso por los coloridos y fantasiosos zócalos de las fachadas de sus casas y porque tiene una piedra enorme, del tipo de los barruecos de Malpartida pero gigantesca, desde la que se puede contemplar el paisaje de la región de Antioquia después, eso sí, de
subir sus 750 empinados escalones. Todavía tenemos agujetas.
subir sus 750 empinados escalones. Todavía tenemos agujetas.
Hay todavía otras dos cosas positivas: su rica aunque calórica comida, lo primero. A base de arepas de maíz con queso, buñuelos, empanadas de carne y papa, y la famosa bandeja paisa, un festín para el colesterol, te puedes convertir en la musa de Botero en menos que canta un gallo. Y lo segundo, que Julio por fin encontró un momento para ir a una barbería y ya tiene veinte años menos. Como podéis ver, todo ha sido genial.
Jejeje,por fin podría estar cerca de alguien más empalagoso que yo! y mira que me voy reformando.Las esculturas son maravillosas ,qué preciosidad;ahora si yo estoy ahí os espero abajo,qué vertigo y qué cansancio de escalones.Me alegra ver que os ha merecido la pena ir.Por cierto hay una luz encantadora.Muchis besitos y a Julio otro más que ahora no raspa..
ResponderEliminarLola, no hace falta que te reformes nada. Ya te digo que es una maravilla tratar con gente tan amable. Da gusto. El protocolo de saludos, agradecimientos y despedidas es tremendo. Bueno, no dan abrazos, como tú, así es que tú eres todavía más encantadora. Un besazo.
ResponderEliminarJulio, ya veo cómo estáis disfrutando. Nosotros no podemos decir lo mismo: hemos vuelto al trabajo.
ResponderEliminarDespués de estos dos meses de desconexión total, empezaré a seguiros... y a envidiaros...
Hola, Nines. Qué bien que nos escribas. Espero que hayas cargado las pilas en Canadá este verano y que tengas a los niños controlados para cuando yo vuelva. Mucho animo con el inicio de curso. Eso para ti es pan comido. Un abrazo. Julio.
ResponderEliminarAunque Botero es para muchos artistas como la "Comic sans" a los diseñadores, yo voy a reconocer que en su obra veo una candidez que me seduce y me gusta.
ResponderEliminarMedellín resulta un lugar muy interesante porque de verdad es un ejemplo de regeneración.
Vuestra experiencia es muy ejemplar pues así como habieis visto que Guatemala ha sufrido un retroceso social importante desde la otra vez que estuvísteis, Colombia hoy puede ofrecer una cara imposible en vuestro otros viajes por Iberomérica.
Bueno, yo ya sueño con estos lugares habitualmente, y lo malo es que me despierto y digo, "Maldita sea , era un sueño". Espero que haya alguno que se convierta en realidad.
Besos
Que maravilla la obra de Botero, me encanta! Y Medellín parece una ciudad para visitar, habrá que plantearse Colombia en otro momento.
ResponderEliminarJulito te has atrevido con la barba porque ahí ya es máquina y no las navajas que veíamos en días anteriores, estas muy guapooooo. Besitos
Chus, lo de la candidez y la ternura de Botero lo comparto plenamente. Creo que por eso me gusta tanto. Es como cambiar de perspectiva y reflejar la realidad de otra manera. Ha sido muy emocionante verlo en Medellín.
ResponderEliminarJuana, veo que ya has podido publicar. Me alegro mucho. Así os sentimos más cerca. Ahora solo me queda encontrar peluquería a mi, que ya voy necesitando que me restauren. Un abrazo para las dos.
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