La capital mexicana es una impresionante urbe de 32 millones de habitantes que a ratos atrae y a ratos asusta. Yo tenía muchas ganas de conocerla, me parecía que es uno de esos sitios, como tantos otros, a los que hay que ir alguna vez y sigo pensando lo mismo después de conocerla. Eso sí, nada más llegar se te activa el modo alerta y es difícil apagarlo. La primera recomendación en cualquier medio de transporte al que llegues es no coger nunca un taxi en la calle, hay que contratar un taxi "seguro" en la estación donde estés o en el aeropuerto. Nosotros tuvimos la suerte de conocer a un taxista serio y muy majo, que nos llevó al día siguiente a Teotihuacan y el día de partida al aeropuerto. Mucha suerte en ese sentido. También es importante la zona de la ciudad donde te alojes. Julio se curró esto un montón desde España y hemos estado en un apartamento genial, en un edificio buenísimo, con una seguridad tremenda y ubicado en la Alameda Central, una zona preciosa, con mucha gente a todas horas y a unos pasos del maravilloso Zócalo. Cerca están la calle Madero, peatonal, y los edificios más emblemáticos de la ciudad: el Palacio de Bellas Artes, el edificio de Correos, la Casa de los Azulejos y al final la majestuosa catedral, que tantas ganas tenía de ver. Lo único que me ha decepcionado un poco es el Templo Mayor, la pirámide azteca que se encuentra en el mismo Zócalo, pegada a la catedral. Hay levantado muy poco del edificio y hay que echarle mucha imaginación para pensar en lo que era esta plaza cuando llegaron los españoles, pero bueno, por imaginación que no quede.
A cambio, la visita al yacimiento de Teotihuacan, a una hora de la ciudad, supera con creces las expectativas que lleves, pues las enormes pirámides aztecas del Sol y de la Luna son de verdad apabullantes, inmensas en su base, y la visión de la Calzada ceremonial de los Muertos es sobrecogedora. Dicen que en este sitio hay acumulada una energía especial, fruto de tanta cultura y tanto legado como acumulan sus piedras. Así es que nosotros, para por si acaso, intentamos atrapar allí toda la energía positiva que pudimos, para tener reservas para todo el año.
La otra maravilla, en mi opinión, que ofrece México DF es la posibilidad de tener más cerca a algunos de sus grandes artistas plásticos. Los murales de Diego Rivera, Siqueiros y Orozco adornan
los edificios públicos y nos hablan de una época en la que alguien creyó que el arte debía ser para todos, estar al alcance de la mayoría. Así es que, como mínimo, la visita al Palacio de Bellas Artes y al Palacio Nacional es imprescindible para deleitarse con la obra de estos gigantes que mostraron en sus murales el pasado, el presente y un futuro soñado para su país.
los edificios públicos y nos hablan de una época en la que alguien creyó que el arte debía ser para todos, estar al alcance de la mayoría. Así es que, como mínimo, la visita al Palacio de Bellas Artes y al Palacio Nacional es imprescindible para deleitarse con la obra de estos gigantes que mostraron en sus murales el pasado, el presente y un futuro soñado para su país.
De todas maneras, yo me quedo con Frida. Creo que Lola Jiménez estará totalmente de acuerdo conmigo. La visita a la Casa Azul, donde nació y murió, era para mí un deseo muy especial en esta visita a México. Mi admiración por ella y por su obra es mucho anterior a que surgiera la Fridamanía que vivimos ahora. Así es que tuve que compartir este momento con la enorme cantidad de turistas que visitaban ese día su casa y abstraerme de la aglomeración para conocer mejor a esta mujer que plasmó de una manera tan dura el dolor en sus cuadros, pero que también amó muchísimo y vivió su realidad intensamente. Tuvimos, además, la suerte de poder ver una exposición temporal sobre sus vestidos y adornos, y entender mejor la importancia que para ella tenían como un ejercicio de afirmación personal y de búsqueda de su identidad. Fue una auténtica gozada también estar en su estudio. Pensad que Frida solo llegó a ver en vida una exposición de su obra. Mientras que Rivera....
En fin, no toco más el tema porque entre los compañeros y amigos esto ya está más que hablado y reflexionado.
Bueno, y se acabó México. No nos ha dado tiempo para más. A mí me quedan muchas ganas de volver a DF, porque hay tanto para ver y disfrutar... Lo único que me da pereza es la entrada y salida por sus desagradables aeropuertos, que nos despidieron igual de mal que nos recibieron, pues llegamos a Colombia sin maletas, pero eso ya lo cuento en la siguiente entrada.
Y otra pena: Juana y Amalia vuelven a España, después de haber estado con nosotros todo el mes de agosto. Lo hemos pasado fenomenal con ellas. Los viajes compartidos son más ricos, pero es lo que hay, así es que a cambiar otra vez el chip y a seguir compartiendo con ellas y con todos vosotros, aunque sea desde la distancia, este periplo.
En fin, no toco más el tema porque entre los compañeros y amigos esto ya está más que hablado y reflexionado.
Bueno, y se acabó México. No nos ha dado tiempo para más. A mí me quedan muchas ganas de volver a DF, porque hay tanto para ver y disfrutar... Lo único que me da pereza es la entrada y salida por sus desagradables aeropuertos, que nos despidieron igual de mal que nos recibieron, pues llegamos a Colombia sin maletas, pero eso ya lo cuento en la siguiente entrada.
Y otra pena: Juana y Amalia vuelven a España, después de haber estado con nosotros todo el mes de agosto. Lo hemos pasado fenomenal con ellas. Los viajes compartidos son más ricos, pero es lo que hay, así es que a cambiar otra vez el chip y a seguir compartiendo con ellas y con todos vosotros, aunque sea desde la distancia, este periplo.