Después de preparar una pequeña mochila con las cuatro cosas que nos parecían imprescindibles para los tres días que íbamos a pasar en la selva, nos dirigimos al embarcadero que está detrás de la casa de Job para iniciar nuestra pequeña aventura y desde ese momento intuimos que todo iba a ir bien, pues lo que veíamos se ajustaba al tipo de experiencia que queríamos vivir.
César, que va a ser nuestro guía, nos esperaba ya en su barca. Es una barca sencilla, de madera, con una parte grande cubierta por una lona recia y la zona de delante descubierta. Él va detrás, en la parte del motor; en el medio va Yenny, la mujer de César, que va a ingresar también por primera vez en la Reserva y que lleva junto a ella el fogón de gas, los utensilios de cocina, las provisiones, la mosquitera, el colchón donde dormiremos nosotros... En la parte delantera vamos nosotros, con todo el espectáculo del río en primer plano.
El recorrido que hacemos es por los canales y los lagos que circulan por la Reserva. No podemos recorrerla entera, tiene más de 2 millones de hectáreas, su extensión es mayor que la provincia de Cáceres. Como Bretaña está ya casi dentro, en el límite, muy pronto llegamos al puesto de control, donde debemos registrarnos y pagar la entrada. La barca va despacito y durante el camino vamos haciendo paradas cada vez que vemos algún animal especialmente interesante. Enseguida empezamos a ver muchas aves. Sin exagerar, habremos visto infinidad de garzas grises y blancas, miles de cormoranes, cientos de ejemplares de martín pescador, que nos encanta y que en España es tan difícil de ver. También, muchas rapaces y otras muchas aves desconocidas para nosotros. Especialmente bonita es la puma Garza, que tiene un plumaje con los colores propios de este felino y también el tibe, muy parecido a nuestros ostreros. Yo disfruto un montón cuando vemos el coro-coro, ave de la que me hablaron los hermanos Galán nada más decirles cómo me llamaba -os podéis imaginar cómo me ha llamado César durante todo el viaje: señorita...- y Julio ha alucinado viendo y reviendo los hoatzines, uno de esos pájaros que suelen salir en los documentales de la 2, en este caso porque son pájaros antediluvianos, muy primitivos, con rasgos arcaicos que él explica en clase a sus alumnos de bachillerato de CMC. Es emocionante también ver el delfín rosa, típico del Amazonas, las capibaras y los amenazantes caimanes. Pero el plato fuerte ha sido poder ver el jaguar, algo dificilísimo de ver. Julio lo divisó muy cerca de la orilla, caminando tranquilamente. Nos quedamos petrificados cuando se paró y nos miró y luego siguió su camino. No sé cómo no se hundió la barca con el follón que montamos los cuatro por la emoción de poder contemplar a este animal. Jamás habíamos pensado que pudiéramos llegar a verlo. Y no es para menos ver también en grandes cantidades el paiche, el pez emblema del Amazonas. Es carnívoro y puede llegar a medir tres metros de largo. Con la barca con el motor apagado es impresionante verlo salir del agua, saltar y dar unos coletazos que dios tiembla. César fue en su día paichero, o sea, pescador de paiches, así es que los conoce bien. Hoy se encuentra protegido y solo se puede pescar cuando no es época de veda. Otro animal amazónico maravilloso.
Además de pescar pirañas, que nos han solucionado la cena, hemos hecho dos paseos por la selva, uno por un sendero más o menos marcado, con árboles gigantes impresionantes y otro por una zona más intrincada y menos transitada. César se conoce todas las especies, los árboles medicinales, los venenosos, las lianas que dan agua cuando se cortan. Se mueve por la selva y por el río como pez en el agua. Pero cuando más nos impresionó fue cuando nos internó, ya de noche, en una zona fangosa repleta de caimanes. Era alucinante verlo en la proa de la barca, manejándola con un remo en una sola mano y en la otra la linterna, que encendía de vez en cuando para localizar a los lagartos, como los llaman ellos.
Otra experiencia muy interesante ha sido la de visitar los puestos de los guardas forestales de la reserva. Viven en plataformas techadas de madera y realizan labores de control y vigilancia de furtivos. Se pasan en estos sitios tan aislados el año entero, descansando solo unos diez días para visitar a la familia, no tienen sueldo y el beneficio que obtienen es a través del permiso que les da el Gobierno para comercializar parte de las especies que crían para repoblar. Nos ha parecido una vida muy dura, que hemos podido compartir muy de cerca, pues las dos noches nos han acogido en sus casas para que pudiéramos dormir Julio y yo resguardados de la lluvia y de los mosquitos. Es muy difícil transmitir la impresión que nos ha causado conocer la vida que llevan estos hombres, tímidos y distantes, pero también acogedores y agradecidos por poder charlar con alguien y compartir con nosotros un té, unas frutas o el desayuno.
Con el atardecer llega el momento mágico del día, pues los atardeceres en el Amazonas son realmente hermosos, inquietantes y con su punto de misterio. Es el momento de la charla con César, que nos cuenta su vida, su infancia, todo lo que sabe y lo que ha vivido.
El regreso a Bretaña fue un relajado y largo paseo contemplando de nuevo el paisaje. Pero como una aventura tiene que tener algo de tensión, para que no nos faltara de nada en la parte final nos pilló una tremenda tormenta amazónica, algo parecido al diluvio universal, que nos dejó bien claro cómo puede ser la fuerza de la naturaleza. Imposible no acordarse de La Vorágine, de José Eustasio Rivera y de El corazón de las tinieblas, de Conrad.
No hemos terminado aún el Amazonas, pero esta etapa ha sido quizás, junto con la de Galápagos, una de las emocionantes, sobre todo por la sensación que ambas nos han dejado de vivir una experiencia auténtica, escasamente o nada mediatizada por el mercadeo turístico. Julio tiene ya otra cosa que tachar en la lista de sus sueños. Veremos qué nos sigue deparando el viaje por este inmenso río.
Y una nota final: si alguien quiere contactar con los hermanos Galán y no llegar como lo hemos hecho nosotros, en plan aventura, su página web es viajeselvaperu.com. Los recomendamos sin ninguna duda. El disfrute está asegurado.