La única forma de entrar o salir de Ushuaia por carretera es pasando por la Patagonia chilena, concretamente por la provincia de Magallanes y la Antártica Chilena. En esta zona del mundo, Argentina y Chile -como ocurre siempre con los vecinos- se encuentran y se distancian continuamente, trazando límites y fronteras, poniéndose obstáculos y trabas para cruzar de uno a otro, eternamente obligados a entenderse pues se necesitan mutuamente.
El jueves 17 de noviembre viajamos en autobús desde Ushuaia hasta Punta Arenas (Chile) -once horas de trayecto incluidas las esperas y las colas para realizar los trámites aduaneros de salida y entrada- cruzando en barco el Estrecho de Magallanes por uno de sus lados más angostos, desde Bahía Azul hasta Punta Delgada. Fue una pena que no hiciera siquiera algo de sol y que todo el día nos acompañara un cielo de plomo que parecía que se nos iba a caer encima; habríamos disfrutado más de estar de nuevo en este sitio tan relevante desde un punto de vista histórico y geográfico. Imagino la satisfacción tan enorme que sentiría el navegante portugués al encontrar por fin el paso entre los océanos Atlántico y Pacífico a través del continente sudamericano. Y la de nuestro Carlos V, que creyó en el proyecto y lo financió, movido claramente por el deseo y la necesidad de acceder más fácilmente a las posesiones españolas en el nuevo continente, situadas en su mayoría en la parte occidental del mismo. Pero como no se puede elegir, nos conformamos con cruzar el Estrecho sin más problemas que la lluvia y el viento, tan comunes en estas inhóspitas tierras.
Punta Arenas está enclavada a orillas del Estrecho de Magallanes y es una ciudad con una historia muy interesante y bastante paralela a la de Ushuaia. Situada igualmente en una zona aislada, con un clima muy duro y extremo, no despertó de su letargo hasta finales del XIX y principios del XX, cuando entró en auge el comercio de la lana y gracias a él prosperaron dos o tres familias de distintas procedencias -los Menéndez eran de origen español, los Nogueira de origen portugués y los Braun de origen letón, entonces ruso- que se convirtieron en las más poderosas de toda la Patagonia . "Casualmente" se enamoraron unos de otros y se casaron entre ellos, forjando así un imperio económico que duró hasta la apertura del Canal de Panamá y cuyas huellas son hoy visibles en los suntuosos palacios y mansiones de estilo europeo que levantaron y que circundan la plaza de la ciudad, presidida por el monumento a Magallanes, que fue donado a Punta Arenas por el español magnate de la lana José Menéndez. Una visita al Centro Cultural Braun Menéndez o al Palacio de Sara Braun, hoy Club de la Unión, y al Hotel José Nogueira, con su precioso jardín de invierno, es un viaje al pasado esplendoroso de la ciudad -que se mantiene todavía, pues Punta Arenas es hoy una ciudad próspera-, que fue posible gracias al valor de estos osados empresarios, pero también al trabajo de tantísimos emigrantes llegados aquí movidos por la necesidad y la fiebre del oro. Un paseo por el Cementerio Sara Braun, posiblemente uno de los más fascinantes de Sudamérica, te proporciona rápidamente una visión precisa de la sociedad de la época, con las sencillas y humildes tumbas de croatas, rusos, españoles, portugueses, irlandeses, franceses, italianos, escoceses, escandinavos... y los apabullantes mausoleos de las familias más adineradas. Por desgracia, de los indios Onas, Telhueches y Yamanas, que habitaban estas tierras cuando llegaron los europeos, igual que en Ushuaia, no queda ni rastro. Estaban acostumbrados a vivir prácticamente desnudos en un medio terriblemente hostil, pero no pudieron ganarle la batalla al sarampión. La tradición dice que hay que besar el pie del indio Ona que forma parte del monumento a Magallanes para asegurarse regresar a Punta Arenas. Yo no me acuerdo, pero en el 2005 debí besar el pie y, para por si acaso funciona, se lo he besado de nuevo. En fin, supongo que ahora entenderéis que, aunque estemos de paso hacia Argentina, la ciudad bien merece uno o dos días de visita: además de aprender parte de esta historia tan alejada de la nuestra, puedes también aumentar tu cultura cervecera disfrutando la amplia variedad de cervezas de las tres fábricas que hay en la ciudad, Austral, Bulnes y Magallanes, todas muy ricas.
Nuestro siguiente lugar de destino es Puerto Natales, un portuario pueblo chileno asentado a orillas del fiordo Última Esperanza. Es el punto más al sur del viaje en ferry por los fiordos chilenos y la principal puerta de entrada al Parque Nacional Torres del Paine, de ahí que se haya convertido en un destino muy famoso para la cantidad de mochileros que llegan aquí, bien por carretera desde Punta Arenas, bien en el ferry de Navimag. En el 2005, haciendo el mismo recorrido pero al contrario, hicimos noche en Puerto Natales después de pasar un día de excursión por Torres del Paine y el Glaciar Grey. Entonces nos pareció un desolado pueblo sin mucho interés, supongo que el viento y la humedad y la noche no nos dejaron disfrutar bien de sus pintorescas casitas de paneles despintados de madera o de lata. Hoy el pueblo se ha lavado la cara y se ha puesto presentable para recibir a los aventureros y caminantes de todo el mundo. Nosotros hemos llegado a Puerto Natales solamente por necesidades logísticas, como un alto en nuestro camino hacia El Calafate y el Parque Nacional Los Glaciares, otra vez en Argentina. Si os animáis a venir por aquí alguna vez en temporada alta, como ahora, poned mucha atención a las combinaciones de transportes, pues no hay demasiadas opciones y, si no prevés tus desplazamientos con suficiente antelación, es fácil que te quedes tirado en algún sitio, pues los transportes públicos no están tan desarrollados como las agencias turísticas.
Bueno,diréis que cinco meses es mucho tiempo de viaje, pero ya veis, no tenemos tiempo de hacer como se debe Torres del Paine y tenemos que conformarnos con ver otra vez el Glaciar Perito Moreno y caminar hacia los picos del Fitz Roy en El Chaltén. Desde luego, no hay derecho.
Está siendo muy placentero y emocionante leer este blog. Me da la sensación de que no va a haber muchas más entradas y las disfruto mucho, como la lectura de uno de esos libros que no me apetece que se terminen. No se si os dais cuenta, pero con poquito más podría ser un buen libro de viajes. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias a ti, María Jesús. Pues yo calculo que no quedan más de dos entradas, es verdad. Y da pena, porque escribir el blog está siendo una experiencia fantástica. Me ayuda a retomar y ser más consciente de lo vivido en cada etapa. Creo que cuando esté en casa me gustará releerlo, una de esas actividades energizantes de las que yo te hablo, para cargar las pilas. Queda menos de una semana para regresar. No me lo puedo creer. Un abrazo grande como anticipo del que te daré cuando te vea.
ResponderEliminarPués sí , imagino que es una pena para vosotros que termine este viaje y para nosotros también , por lo menos para mí . Voy a echar de menos esos ratitos en los que me trasladaba casi junto a vosotros disfrutando de vuestros relatos y esas preciosas fotos . Pero también tenemos ganas de teneros ya por aquí cerquita !!!! BIennnn !!!! Un abrazo de los que arropan para los dos .
ResponderEliminarMuchas gracias, Juani, por haber sido una lectora tan fiel y haber estado ahí todo este tiempo. Nosotros también tenemos ganas de dar unos buenos abrazos. Nos vemos ya mismo. Mientras tanto, miles de besos.
ResponderEliminar