Antes de llegar a la gran urbe que es México DF, pasamos seis días en las bonitas ciudades de Oaxaca y Puebla donde, después de muchos días de ruralismo, disfrutamos muchísimo con su arquitectura colonial, sus zócalos o plazas mayores, sus catedrales y su estupenda gastronomía. Oaxaca es, junto con Chiapas, uno de los estados más pobres de México y con unas tasas altísimas de analfabetismo. Aquí vivimos de cerca el tremendo conflicto social que tiene planteado ahora México con la educación. De algo nos enteramos ya en Chiapas, pero en Oaxaca el problema se está viviendo de una forma aún más dramática. Bastarán algunos ejemplos: literalmente, el zócalo no se podía ver por la cantidad de tiendas de campañas que lo llenaban todo. Eran maestros acampados, que llevan más de tres meses en huelga en protesta por la ley de reforma educativa que ha puesto en marcha el gobierno. Otro ejemplo: el acceso a Oaxaca ha estado cerrado durante días. Imposible comprar un billete de autobús. Los maestros tienen bloqueadas las carreteras, hay quema de autobuses cruzados en medio de la calzada... Los enfrentamientos con los militares fueron especialmente duros en un pueblo a 80 kilómetros de la ciudad, donde murieron ocho manifestantes. Pero en total, cuando estábamos allí, iban ya 43 maestros desaparecidos. Terrible. No sé cómo pueden ser tan valientes. Aparte de las precarias condiciones de trabajo y de sueldo, parece ser que la gota que ha colmado el vaso es un decreto por el que los maestros deben someterse a una evaluación externa que permite al gobierno expulsarlos de la función pública en cualquier momento si, según sus criterios, no han cumplido bien su trabajo. Ahí lo dejo para que os pongáis en su piel.
Por otra parte, todo el estado de Oaxaca es precioso y se pueden hacer muchas excursiones: el primer día visitamos el yacimiento arqueológico de Monte Alban, donde vivieron los zapotecas, con emplazamiento espectacular, desde el que se contempla toda la capital. Los dos días siguientes visitamos dos de los llamados valles centrales: el valle de Tlatoluca, donde nos impresionó su bonito mercado, también con mucha población indígena; Teotitlan del Valle, que tiene una preciosa iglesia construida sobre las ruinas de una pirámide zapoteca y cuyas mujeres fabrican unas alfombras de lana con tintes naturales de colores que le encantarían a María Jesús. Y luego Tule, donde nos encontramos por enésima vez con una encantadora iglesia, bonita a rabiar, y con el árbol más ancho del mundo. Y para remate, al día siguiente, San Martín Tilcajete, el pueblo de artesanos, o mejor artistas, donde se fabrican los famosos alebrijes, animales fantásticos de madera, exquisitamente pintados a mano, que son verdaderas obras de arte. Alguno veréis en nuestra casa cuando volvamos.
El mercado de San Agustín de Oaxaca es toda una experiencia: se toma carne a la brasa, que ellos llaman tasajo, en un maremagnum de puestos, todos apetecibles. Y de aperitivo, los chapulines, que ellos devoran como pipas y que no están mal. Hay que comer de todo ¿no?
Para que no le falte de nada, Oaxaca no se queda atrás en arquitectura barroca, pues es imposible cerrar la boca al contemplar la profusión de oro que adorna la iglesia de Santo Domingo. Estoy pensando en algo comparable en España para que os hagáis una idea, pero no de me ocurre nada.
Y Puebla es también encantadora. Esta ya sí se parece a las ciudades castellanas españolas, con la piedra gris de Ávila, las típicas iglesias barrocas -tiene setenta- construidas por los dominicos y los jesuitas. Y su típica cerámica que aquí se llama Talavera -os suena ¿verdad?- y que adorna con azulejos las fachadas de las casas y las cúpulas y torres de sus iglesias. Tiene, además, al igual que Oaxaca, una gastronomía estupenda. Hemos probado platos riquísimos y muy sugerentes al paladar aunque, eso sí, siempre con algo de picante: el mole poblano, hecho con chocolate negro; el Chile en nogada, relleno de frutas; camarones preparados de no sé cuántas maneras... Y el mezcal, parecido a nuestro orujo, pero que se toma con sal de gusano del ágave y que ellos consideran un manjar. Lo he probado todo, pero lo de la sal de gusanos, una y no más.
Bueno, ya veis que es imposible aburrirse en estas dos ciudades. Una antesala perfecta antes de la estresante DF.
Hola, he podido disfrutar de la aventura que estáis viviendo como si yo también pudiera estar viajando por dichos lugares. Me parece increíble las situaciones que puede llegar a soportar una persona mientras que al otro lado del mundo uno no ve la misma realidad. Unos tienen la preocupación de simplemente llevarse un trozo de pan a la boca y a su vez aquí otros tienen preocupaciones triviales que impiden ver dicha situación de pobreza.
ResponderEliminarMe encanta vuestro blog, me parece que estáis haciendo un gran trabajo y espero que sigáis disfrutando de vuestro magnífico viaje; y como dijo Enrique Jardiel Poncela :"Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia."
Un saludo �
Hola, Teresa! Gracias por escribir y por seguirnos. Me alegro de que te guste el blog. Y sí, tienes razón. La realidad es muy diferente para unas personas y para otras. viajar te ayuda a darte cuenta de eso y a valorar más lo que tienes. Espero que tengas un feliz comienzo de curso y que te encante la carrera que vas a empezar. Seguimos en contacto. Un abrazo grande. Julio.
ResponderEliminarPor cierto, a Coro le ha encantado la frase de Jardiel Poncela. Otro abrazo. Julio
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