Nos vais a permitir que dediquemos esta entrada de una manera especial a nuestro amigo Juan Barriga. La noche que nos despedimos en nuestro patio, después de algunos tragos y ya todos muy alegres, él nos pidió que, para que la envidia de nuestros lectores no fuera demasiado grande, cada dos o tres entradas "buenas" hiciéramos una "mala", de manera que contásemos algunas pequeñas desgracias o sinsabores y así os sintierais todos felices de no haber emprendido un viaje como este. Y, como nosotros somos muy bien mandados, aquí tenéis una.
Vamos a obviar la consabida venganza de Moctezuma porque no nos gusta ser escatológicos y vamos a pasar directamente a la sección "Aeropuertos": la llegada al aeropuerto de Cancún ha sido hasta ahora la primera y única experiencia desagradable del viaje. Carlos e Itziar, que lo habían pisado en tránsito, ya nos habían contado que los registros del equipaje eran terriblemente exhaustivos, que te llevaban un montón de tiempo y podía ser exasperante. Bueno, pues a nosotros nos tocó y bien. Puro azar, simplemente cuando apretamos el botón nos salió rojo. Empezaron por mí y, aparte de deshacerme la maleta entera, pasé, pero cambiaron de aduanero y con Julio se cebó. El problema vino por los medicamentos. Después nos enteramos de que todo es una mafia, que intentan requisarte todo lo que pueden para pasarlo luego al mercado negro. Para quitarnos un relajante muscular -que es de lo que más buscan junto con los antibióticos- nos tuvieron en un cubil durante casi dos horas, todo para rellenar un formulario que solo llevaba sus datos y el dato del medicamento. Pero no había manera, chicos. Y a todo esto le ponéis ahora el ambiente: el cubil lleno de policías desoficiados, el que me echaran fuera del aeropuerto y Julio estuviera solo, los niñatos... En fin, todo muy desagradable. Así es que ya sabéis: para viajes de este tipo es necesario traer un informe médico con la relación de los medicamentos que llevas. Juana y Amalia nos los traerán el 28. No sabemos si servirá para algo, pero lo que esperamos realmente es que esto no se repita.
Seguimos. Otra pequeña adversidad: dos horas antes de salir hacia Madrid me di cuenta de que había perdido mi tarjeta del banco, donde está, obviamente, mi dinero. Momento de pánico, reproches varios, etc. Pero aquí no me amilané y puse a rentar todo lo que he aprendido este año:
1. Hice caso a mis compañeros del taller de relajación e hice tres respiraciones profundas.
2. Hice caso a María Banda -psicóloga- y pensé con convicción que para todo existe un plan B.
3. Hice caso a Juan Barriga y nombré a San Antonio, porque según él basta con nombrarlo, no hay ni que rezarle.
Y una vez hechos los tres pasos, vi la luz. Llamé al Banco y allí estaba mi tarjeta. Y no la habían bloqueado. Y faltaba media hora para que cerraran. Y me daba tiempo de ir a recogerla. ¿Os dais cuenta de cómo los tres pasos funcionan? En el aeropuerto lo pasamos mal porque no los hicimos bien.
Y una más -no os quejaréis-: el día siguiente al de la bonita experiencia aeroportuaria me di cuenta de que no había traído la certificación de la vacuna de la fiebre amarilla, obligatoria para entrar en Brasil. ¿Qué hacía? ¿Me la ponía otra vez? ¿Pero dónde? Por lo pronto, hice los tres pasos y luego le hice caso a Julio y llamé a Teresa, gracias a quien nuestra casa está habitualmente limpia. Ella fue a casa, la buscó, la encontró, se la mandó a Juana por correo y la tendré aquí el 28. Así es que ya sabéis: además de hacer bien los tres pasos, es imprescindible tener amigos y hermanos que te echen un cable cuando lo necesites. Yo creo que con todo esto no hace falta nada más.
xDDD nos hemos reído mucho, muy divertido (al no estar en vuestra piel en el momento, claro!). Nos apuntamos los tres pasos para próximos viajes!
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte desde Pamplona, que siga la aventura viento en popa, os seguiremos por aquí.
Carlos e Itziar
Gracias, chicos. Al santo hay que ir cambiándolo, dependiendo de la tribulación que se tenga, claro está. Pero todo lo demás es tal cual. Un abrazo fuerte desde Palenque, Chiapas.
ResponderEliminarBueno,otra experiencia más...
ResponderEliminar¡Qué bien mandá, Coro! Te aseguro que seguir al pie de la letra el consejo de Juan alivia mucho de esa envidia malísima que yo admito tener de lo impresionante del viaje y de tu relato ;-P
ResponderEliminarHola, Ana! Qué alegría contactar contigo! Gracias por leernos! Hoy hemos cruzado la frontera a Guatemala por el río Usumacinta. Toda una experiencia, de la que iremos dando cuenta cuando podamos. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarMe he divertido mucho con este relato, lo he leído en el tono en el que lo contaría Coro, con sus risas y todo.
ResponderEliminarCoro, veo que vas muy bien preparada, también voy a copiar ese
método de los tres pasos para salir airosa en un los viajes. De todas formas quiero oíros contarlo en directo. Besos
U besazo, María Jesús. Nadie mejor que tú y que Lola sabe todo que me he cuidado este año. Así es que tenía que sacarle partido a todo. No siempre me sale bien, pero hay que practicar mucho hasta que te salga de forma natural.
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