Panajachel, a más de 1500 metros de altitud, es el pueblo más grande de los que bordean el Lago Atitlán. Es uno de los principales destinos turísticos de Guatemala, ya que es un buen punto de partida para recorrer toda la zona y para disfrutar de las puestas de sol detrás de los tres volcanes que circundan el lago. Es fácil imaginarse el espectáculo. De hecho, algunos experimentados viajeros del siglo XIX habían descrito el Atitlán como el paisaje más espectacular que habían visto, lo cual explica la decisión de muchos extranjeros de quedarse a vivir aquí. No en vano a Panajachel se la conoce despectivamente como Gringotenango. Pero a nosotros, que veníamos de pasar unos cuantos de días perdidos por las regiones más montañosas y apartadas de Guatemala, nos pareció que no nos iba a importar nada tener un poco de ambientillo y ver de vez en cuando a algún extranjero o tomarnos una cerveza en algún sitio escuchando música, así es que nos instalamos tres días en Panajachel, con la suerte de que estuvimos algojados en un hotel que nos brindó la oportunidad de disfrutar de una comida excelente y conocer a una gente estupenda. No me digáis que el plan no ha sido bueno: por la mañana, antes de desayunar, paseo por las orillas del lago, con poquísima gente, los volcanes al fondo, los pescadores en sus barquitas de madera; después del desayuno, tomar una lancha para visitar algunos de los pueblitos más bonitos del lago, con mucha población indígena; de vuelta, al mediodía, disfrutar de una comida riquísima en un jardín apacible (las fotos de los ceviches están especialmente dedicadas a Ana Pérez, que se quedó pillada con el primer ceviche que tomamos y tengo que decirle que los siguientes no han hecho sino superarlo); y por la tarde, leer, escribir, comprar artesanía... Luego ya, por la noche, cervecitas escuchando buena música. Yo creo que no se puede pedir mucho más, ¿no?
El viernes es el mercado en Sololá, a pocos kilómetros de Panajachel. Es un auténtico mercado indígena en el que solo se venden productos para lugareños, nada para turistas. Los trajes de las mujeres no tienen los colores llamativos que hemos visto en otros sitios, pero el conjunto es igual de variopinto y rico. Lo que allí se ve es lo que hay en la vida diaria de esta gente: variedad extraordinaria de frutas y verduras, venta de aves y otros animales vivos, vendedores ambulantes de remedios naturales que sirven para casi todo -¡y la gente los compra!- y predicadores agoreros que anuncian el juicio final micrófono en mano... No hay manera de que una se aburra.
También es muy interesante coger una lancha para ir hasta Santiago Atitlán, uno de los pueblecitos más bonitos del lago. Además de su mercado y de los vistosos tocados de sus mujeres, se puede experimentar allí de nuevo el sincretismo con el que los pueblos indígenas han resuelto los dilemas existenciales que a todos nos traen de cabeza: la iglesia colonial se yergue sobre una gran escalinata y dentro los santos están vestidos con los trajes típicos de la zona, los indígenas no rezan, sino que platican con sus santos patrones ofreciéndoles flores y velas encendidas... Y como guinda, está el dios pagano Maximón, llamado San Simón en otros sitios, que encontramos preguntando a la gente, pues
lo van cambiando de casa en casa y la gente se acerca hasta él con verdadero fervor, ofreciéndole billetes, tabaco, aguardiente... En fin, me quedo sin palabras.
Al día siguiente, hacemos noche en Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande del país, para hacer luego ya el tramo final hasta la frontera de La Mesilla y pasar a México. En este segundo viaje nos hemos encontrado con una Guatemala idéntica en algunos aspectos: posiblemente sea, junto con Bolivia, el país del continente americano que más población indígena tiene y el que posee mayor número de grupos étnicos que siguen aferrados a sus costumbres y tradiciones. Pero algo ha cambiado: hay una mayor tensión social provocada por el injustísimo reparto de la riqueza. Esto provoca un aumento de la sensación de inseguridad que se manifiesta, entre otras cosas, en que los no muy abundantes turistas se mueven siempre con agencias y no utilizan nunca el transporte público. Cuando vinimos la primera vez esto no existía. Algunos guatemaltecos con los que hemos tenido la oportunidad de hablar no se podían creer que hubiéramos utilizado el transmetro en Ciudad de Guatemala o que hubiéramos hecho tantos trayectos en autobuses públicos, con tres personas en cada asiento...
Se acabó Guatemala, por ahora, ya que algunos de vosotros habéis escrito en este blog que os gustaría conocer Antigua o Tikal, así es que ¿quién sabe? Lo mismo un año de estos nos montamos un viaje de fin de curso a Guate solo para compañeros. Pues no estaría mal.
El viernes es el mercado en Sololá, a pocos kilómetros de Panajachel. Es un auténtico mercado indígena en el que solo se venden productos para lugareños, nada para turistas. Los trajes de las mujeres no tienen los colores llamativos que hemos visto en otros sitios, pero el conjunto es igual de variopinto y rico. Lo que allí se ve es lo que hay en la vida diaria de esta gente: variedad extraordinaria de frutas y verduras, venta de aves y otros animales vivos, vendedores ambulantes de remedios naturales que sirven para casi todo -¡y la gente los compra!- y predicadores agoreros que anuncian el juicio final micrófono en mano... No hay manera de que una se aburra.
También es muy interesante coger una lancha para ir hasta Santiago Atitlán, uno de los pueblecitos más bonitos del lago. Además de su mercado y de los vistosos tocados de sus mujeres, se puede experimentar allí de nuevo el sincretismo con el que los pueblos indígenas han resuelto los dilemas existenciales que a todos nos traen de cabeza: la iglesia colonial se yergue sobre una gran escalinata y dentro los santos están vestidos con los trajes típicos de la zona, los indígenas no rezan, sino que platican con sus santos patrones ofreciéndoles flores y velas encendidas... Y como guinda, está el dios pagano Maximón, llamado San Simón en otros sitios, que encontramos preguntando a la gente, pues
lo van cambiando de casa en casa y la gente se acerca hasta él con verdadero fervor, ofreciéndole billetes, tabaco, aguardiente... En fin, me quedo sin palabras.
Al día siguiente, hacemos noche en Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande del país, para hacer luego ya el tramo final hasta la frontera de La Mesilla y pasar a México. En este segundo viaje nos hemos encontrado con una Guatemala idéntica en algunos aspectos: posiblemente sea, junto con Bolivia, el país del continente americano que más población indígena tiene y el que posee mayor número de grupos étnicos que siguen aferrados a sus costumbres y tradiciones. Pero algo ha cambiado: hay una mayor tensión social provocada por el injustísimo reparto de la riqueza. Esto provoca un aumento de la sensación de inseguridad que se manifiesta, entre otras cosas, en que los no muy abundantes turistas se mueven siempre con agencias y no utilizan nunca el transporte público. Cuando vinimos la primera vez esto no existía. Algunos guatemaltecos con los que hemos tenido la oportunidad de hablar no se podían creer que hubiéramos utilizado el transmetro en Ciudad de Guatemala o que hubiéramos hecho tantos trayectos en autobuses públicos, con tres personas en cada asiento...
Se acabó Guatemala, por ahora, ya que algunos de vosotros habéis escrito en este blog que os gustaría conocer Antigua o Tikal, así es que ¿quién sabe? Lo mismo un año de estos nos montamos un viaje de fin de curso a Guate solo para compañeros. Pues no estaría mal.
Pues suena a un final maravilloso esta última parada en Guatemala. Envidiables esos platos chicos! Y vaya sonrisas que os asoman.... Leer lo del paseo pre-desayuno me ha sonado a paraíso celestial. Espero que os esperen muchos todavía. Besos!
ResponderEliminarCon la baba caída cada vez que os leo y veooooo . Qué envidia !!!!!!!!! Un besazo .
ResponderEliminarNenas, muchísimas gracias por estar ahí leyéndonos y animándonos tanto. Si no fuera por la cantidad de amigos que nos seguís, este blog no tendría el mismo sentido. Y no nos sentiríamos tan acompañados. Mucho animo con el comienzo del nuevo curso. Veréis como este año va a ser buenísimo. Un abrazo muy grande para las dos desde Puebla.
ResponderEliminarDisfruto muchísimo con estos artículos tan gráficos y para colofón las fotos.😍 Me apunto a la cofradía de Maximon.
ResponderEliminarDesde luego que Guatemala se presenta atractiva para incluir en futuros planes de viaje.
Coro, anímate con uno de esos atuendos, aunque solo sea un rato. No sé cómo te resistes.
María Jesús, no me tientes, que tú sabes que en esto de vestir yo soy un poco ecléctica. A saber con lo que me presento en el instituto en diciembre. Por lo pronto, ya llevo una blusina de Chiapas que pienso estrenar mañana cuando vaya a la casa de Frida. Porque no me cabe nada más en la maleta que si no... ¡Renovaba el armario! Un abrazo de los largos largos.
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