Julio en las islas Galápagos, 1993
El día 17 de septiembre volamos desde Guayaquil a la isla de Baltra, donde está el aeropuerto más cercano a Santa Cruz, una de las dos entradas a Galápagos. Nos quedamos aquí un día para ir tomando contacto y planificar lo que podemos ver y hacer y el 18 tomamos una lancha, que aquí llaman fibra, para la isla de Isabela, una de las tres en donde vamos a hospedarnos.
Hay, fundamentalmente, dos maneras de visitar las islas. Una es en un crucero turístico. Por lo que hemos podido averiguar, los cruceros más baratos están en 1200 dólares los de 4 noches y 1700 los de 7 noches. Esta opción tiene una ventaja y es que puedes llegar a algunas islas a las que sólo se puede ir de esta manera, como Genovesa, que por lo visto tiene una cantidad de aves impresionante. A nosotros esta opción nos resulta cara y escasa de días, así es que nos lo montamos por libre: la idea es pasar 13 días en total, quedándonos en las islas de Isabela, Santa Cruz y San Cristóbal, hacer por nuestra cuenta todas las excursiones que podamos y contratar puntualmente con agencias las que no se pueden hacer por libre. Es otra manera de conocer Galápagos, con sus ventajas e inconvenientes, pero a nosotros nos compensa ir más despacio y disfrutar de más días aquí.
La tarde de nuestro primer día en Galápagos visitamos la Estación Charles Darwin en Santa Cruz, donde veo por primera vez las tortugas gigantes, unos machos impresionantes que me dejan ya la sensación que me va a acompañar siempre con estos animales: parecen de otro mundo, se otro planeta, sacados de una novela de aventuras. A lo largo del viaje veremos un montón enorme de tortugas, pero la impresión de la primera vez es irrepetible.
Y la otra impresión fuerte es lo carísimo que es todo. Ecuador es un país que nos está resultando ya bastante caro -no sé si he comentado en alguna otra entrada que la moneda es el dólar americano- pero lo de las islas es una pasada. La única manera asequible de comer es tomando un menú de los que comen los lugareños, que no están mal pero que terminan cansando. En cuánto pides un plato de espaguetis te pones ya en los 15 dólares y la cerveza grande no baja de cinco. A eso hay que sumarle que cualquier tour de un día no baja de los 150. Así es que, nada, esto es lo que hay y habrá que dejar el alternar para otros momentos. Los supermercados tampoco son económicos, todo cuesta el triple que en el continente. Bueno, está es otra cara de Galápagos.
El día 18 viajamos a Isabela en la fibra Neptuno. La gente y la guía te previenen acerca de lo movidito que puede ser el viaje de dos horas, pues el mar suele estar muy picado y los mareos son habituales. Hay que tomar pastillas sí o sí. Por suerte, tenemos un viaje bueno y podemos disfrutar incluso de los albatros que vuelan cerca de la lancha -es muy difícil ver estas aves, a mí me emocionan porque me recuerdan a Baudelaire- a pesar del atontamiento de cabeza que llevamos por las Biodraminas. Todo, el cielo y el mar, es de color gris. El tiempo es muy cambiante, pero lo habitual es que por las mañanas esté muy nublado y que el sol no salga hasta el mediodía. Siento tener una mente tan literaturizada, pero mis compañeros de Literatura me entenderán si les digo que el paisaje es muy parecido al que pinta Rubén Darío en su poema "Sinfonía en gris mayor", solo que hay que cambiar el sonido de las cigarras por el de los motores de la lancha. Por lo demás, la misma monotonía y la misma sensación de aplomo.
Isabela es una isla preciosa, mucha gente dice que es la más bonita de las Galápagos. Como llegamos pronto, aprovechamos el día para hacer la caminata a pie por los Humedales, un interesantísimo sendero de unos 20 kilómetros ida y vuelta, donde disfrutamos del primer contacto pleno con la naturaleza: vemos las primeras tortugas gigantes en libertad y en la playa, muchas iguanas marinas que ni se inmutan por mucho que te acerques a ellas, leones marinos que duermen la siesta en los mejores bancos del muelle y multitud de aves: sinsontes, fragatas, pinzones, pelícanos... En cuanto a la vegetación, dominan el paisaje las opuntias, unos cactus de tamaño descomunal, ejemplo claro de radiación adaptativa, pues hay hasta seis especies, y que sirven de alimento a los animales. Ya os digo que todo aquí parece de otro planeta.
Al día siguiente hacemos un tour organizado de 16 kilómetros a pie para ver el cráter del volcán Sierra Negra, de 10 kilómetros de diámetro, y que es uno de los cráteres activos más anchos del mundo. En toda la caminata nos acompañan la inevitable neblina y la garúa, pero aun así el paisaje es espectacular, pues se pueden observar distintas capas de lava originadas en las sucesivas erupciones, así como cráteres secundarios y los bosques circundantes de árboles de guayabas, una planta introducida que amenaza la conservación de las especies nativas. Nos acordamos mucho de cuando estuvimos en el cráter del Ngorongoro, en Tanzania, más impresionante todavía, entre otras cosas porque está lleno de animales y hasta se pueden ver rinocerontes, pero la visión de este cráter inmenso de lava negra -Isabela es una de las islas más jóvenes de las Galápagos y por eso el fondo del cráter no tiene todavía vegetación a- es también sobrecogedora.
Son nuestros tres primeros días en este lugar del mundo tan especial. Darwin estuvo aquí en 1835: su experiencia en las islas, unido a sus conocimientos y a su intuitiva inteligencia, cambiaría para siempre la percepción acerca de quiénes somos y de dónde venimos. Es, cuando menos, emocionante. Darwin se atrevió con el asunto de la evolución humana en dos libros posteriores a "El origen de las especies ". Su conclusión fue que "el hombre, con todas sus nobles cualidades, con su compasión hacia los que siente desarraigados, con su benevolencia no sólo hacia los otros hombres sino hacia la más humilde criatura; con su intelecto, que parece divino y ha penetrado en los movimientos y la formación del sistema solar -con todos estos elevados poderes- todo hombre sigue cargando en su condición corporal el sello indeleble de su modesto origen". Ahí dejo la cita para la reflexión.
Me alegra mucho poder volver a leer vuestro cuaderno de viaje y comprobar que seguís estupendamente. ¡Impresionantes las tortugas!. Disfrutad. Besos
ResponderEliminarGracias, Vega. Sí, aunque con retraso ya podemos volver a escribir en el blog. Da un poco de pena dejar ese mundo salvaje y volver a la civilización, pero al menos volvemos a estar conectados con vosotros. Un abrazo desde Cuenca, en el sur de Ecuador.
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